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Interpretación de la martingala de la cocina de mi mamá. |
Siempre había manjares a fuego lento sobre las hornallas de la cocina. Despedían aromas tan ricos y espesos que las glándulas salivares se disparaban a baldazo limpio y uno podía cortar una rebanada de aire para saciarse antes de la comida.
–¿Un terrón de azúcar? ¿De qué hablás mami?
–Sí, Tota. A los hombres hay que ganarlos con postres y dulces. Nada tiene esa magia, ni siquiera tus canelones. Cuando quieras enamorarlo o sacarle las penas, ahí te dejo la receta.
–¿Y si no tengo un postre a mano?
–Derretí un terrón de azúcar. Será suficiente.
–¿Para qué?
–Para tener un matrimonio feliz y duradero. Jamás te olvides, lo salado mejora la digestión, pero lo dulzón ablanda el corazón.
–¿De qué estás hablando?
–Ya tengo la fórmula del libro. Lo dividiré en capítulos. Y hasta tengo el título.
–¿Cuál?
–Las cuatro estaciones.
–¿De tren? – le preguntó mi papá medio dormido.
–No seas salame. Las cuatro estaciones como las de Vivaldi.
–¡Está buenísimo!, me encanta.
–De subtítulo le pondré recetas para el alma.
–¡Estás loca! va a parecer un libro de misa más que uno de cocina – y ambos se largaron una carcajada.
–¿Qué le pongo entonces? Ayudame por favor, no sea malo.
–Usá de nuevo la frase de tu mamá o sabés que, mejor combiná la de tu mamá con la frase de tu papá. Te va a quedar una delicia.
–¿De qué hablás?
–Son solo cuatro o cinco, no te pido mucho. Va a quedar lindo, será como ponerle poesía y música a la cocina.
–¡Estás chiflada!, te crees que es fácil. Querés que escriba que el canelón está triste porque la salsa se le fue con el raviol ¡haceme el favor! – contestó mi papá impostando la voz al estilo el Polaco Goyeneche y ambos se despanzurraron.
–En serio te digo. De repente al capítulo de la primavera le ponés una milonga.
Ni lerdo ni perezoso, mi papá intentó unos acordes en su armónica e improvisó unas rimas.
–Están desabridas, les falta un poco de sal – respondió mi mamá y ambos se volvieron a tentar, aunque más cerca uno del otro que antes.
–Tota, dejá el mate, después la seguimos. Vení antes que se despierten los chicos.
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