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Una de las fotos más lindas de la infancia en la vereda de la esquina de Iturraspe y Perú, en San Francisco, Córdoba. Mi hermano Gerardo, el más alto. |
El viejo Pons, propietario de la esquina, golpeó la puerta de casa sobre la calle Iturraspe. Mi papá presintió malas noticias. Lo atendió con una sonrisa fingida. Pons le devolvió una sonrisa aún más forzada y corta.
–Por ley tengo que darle un plazo de tres meses para que busquen otro lugar.
–¿Quién quiere comprarle?
–Pero me convendría que se vayan antes.
–¿Quién quiere comprale? – insistió mi papá, sobreponiendo su pregunta a una respuesta que Pons se negaba a dar –¿quién quiere comprarle?
–Quiere esta esquina porque es estratégica, para expandirse. Esta Iturraspe tiene mucho movimiento.
–No le puedo decir.
–¿Pero se acuerda que me prometió que me la iba a vender?
–No puedo don Livio. La oferta es irresistible y en efectivo. Me tengo que ir – concluyó apresurado, dejando a mi papá con la palabra en la boca.
–No te hagas problema. No es para tanto.
–¿¡No es para tanto!? ¡Nos tendremos que mudar! ¡A la mierda con los sueños! ¡Cómo no me voy a hacer problema!
–No es para tanto.
–¿Ya tenés qué? No me digas que ahora estás de nuevo con que vas a escribir otro tango.
–¿Qué decís?
–Digo que no me podés hacer esto, estás fresco como una lechuga y estamos perdiendo la esquina.
–No es para tanto.
–No me jodas con tu no es para tanto. Pons vendió la esquina y vos como si nada. Qué carajos vamos a hacer – se enfureció mi mamá, más aún, al pensar que sus oraciones no habían sido escuchadas.
–Todavía no la vendió. Tranquila.
–Ni loca me vuelvo para Eustolia a la casa de tus viejos. Ni lo pienses, que ni se te ocurra pensarlo.
–¡Qué te pasa a vos! ¿Y la fórmula mágica adónde se te fue? ¿Cómo era?, “fe, trabajo y un poquito de suerte”. Viste que también a vos se te va el cuarto de hora.
–No me tomes el pelo. Mirá que el horno no está para bollos – le dijo resignada, pensando que la pesadilla del tobogán había sido una premonición.
–Tranquila. Tengo un as bajo la manga. De esta vamos a salir – le anunció, mientras se ponía la corbata azul eléctrico con pintitas blancas que había usado en la luna de miel en Mendoza –esta es la que nos trajo suerte, así que aquí vamos de nuevo.
–De don Aquiles
–¿Por?
–Todo solucionado mi querida – dijo con aires de político después de ganar una elección.
–¿De qué estás hablando?
–Le dije que había tomado la decisión de dejar a don Bry y me iba a trabajar para él, si es que todavía estaba abierta su oferta de trabajo.
–¿No le dijiste a don Bry que te quedarías con él?
–Bueno, no me aumentó el sueldo ni me pagó el aguinaldo. La culpa no es mía.
–Tampoco de él, pobre tipo.
–Le dije a don Aquiles que necesitaba dos semanas, que mañana mismo le voy a renunciar a don Bry.
–¿Qué tiene que ver eso con esta esquina? – le preguntó mi mamá tratando de enfocar una conversación que creyó se había ido por las ramas.
–Doña Tota preste atención – la llamó mi papá socarronamente como la llamaban los demás –tranquilizate, no es para tanto.
–Y dale con esa mierda del no es para tanto.
–¿Por qué te crees que estaba tan tranquilo ayer?
–Estabas fingiendo, te conozco. ¿Para no preocuparme?
–Para nada. Apenas vi a Pons en la puerta, me imaginé lo peor y me vino a la mente don Aquiles. Acordate que me dijo que esta esquina vale oro.
–El Titi Gilli también te dijo lo mismo. ¿Y...?
–Le dije a don Aquiles que desista de comprarla él. Que me dé oportunidad de comprarla, que me dé unos meses. Que me iba a trabajar con él.
–¿Cómo sabías que fue don Aquiles el que ofertó por la esquina?
–Ni idea, pero lo imaginé. Era obvio. Siempre le gustó esta esquina y el Titi no tiene la plata.
–Que lo pensaría.
–Entonces todavía no es trato hecho.
–Pará, pará. Le dije: don Aquiles, usted ya tiene mucho, nosotros queremos esta esquina, es nuestro sueño. Le aseguro que seré su mejor empleado.
–¿Cómo reaccionó?
–Al principio me asusté. Me respondió: “te doy un consejo Livio, no digas que tu sueño es comprar la esquina. Así no vas a llegar a ninguna parte. Soñá con cien esquinas, no con una”.
–Viste, viste, siempre te digo que hay que soñar en grande. No al cuete tiene lo que tiene.
–Me dio un año de plazo, pero me quiere en su oficina el lunes, nada de quince días.
–¿Y Pons? ¿Qué le vas a decir a Pons?
–Nada. Don Aquiles le dirá que esperará por ahora, que tiene otras cosas en mente. Me contó que solo le insinuó la oferta y que Pons se embaló solo.
–¡Ay viejo hermoso! Hasta llegué a pensar que habías armado todo el lío para seguir con tu tango de la esquina.
–No, a ese tango lo terminaré cuando firmemos la escritura “pebeta hermosa, esquina mía” – le dijo, llamándola por el nombre del tango y como si todo ya estuviera cocinado.
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